Un centenar de turistas de alto poder adquisitivo llegados ayer en el exclusivo barco visitó ayer Ciutat
J. ORTEGA FIGUEIRAL / R. G. PALMA. Hay un dicho catalán que reza: al pot petit hi ha la bona confitura (en el bote pequeño está la buena confitura). Este refrán fue totalmente aplicable ayer en el puerto de Palma por cuanto de los cuatro barcos de cruceros que realizaban escala, el menor era, sin duda, el más elegante y el que tiene mejor clasificación en todos los listados de calidad, servicio y exclusividad. En los muelles de Poniente convivieron durante varias horas el Thomson Destiny, de 214 metros de eslora, el Costa Mágica, de 272, y el MSC Orchestra, de 292 metros. Junto a ellos, como una especie de hermano menor, un pequeño barco de sólo 104 metros de eslora, el Seadream II, un barco de cruceros que parece más un yate de los que suelen amarrar en el Club de Mar que un buque de pasajeros. De hecho, es uno de los cinco barcos más lujosos del mundo. Y es precisamente el ambiente exclusivo el que la compañía ha querido imprimir, bautizándolo como ´club de yates´ en lugar de compañía de cruceros.
A bordo viajan cien personas, atendidas por 90 tripulantes, en el que es uno de los ratios más elevados de personal por pasajero del mercado. El armador siempre se jacta de que la palabra ´no´ no existe para los viajeros. El personal de a bordo está especialmente formado para satisfacer a los que probablemente sean los clientes más exigentes del sector. Suelen ser personas de unos 40 años, de bolsillo desahogado y que en sus viajes en barco no buscan bingos, discotecas o los típicos espectáculos de crucero, sino exquisiteces como una excelente bodega, gastronomía selecta, poder disfrutar del fondeo en una playa exclusiva o tomar caviar y champagne viendo espléndidas puestas de sol en cubierta.
Al ser sólo un centenar los viajeros, la actividad social se centra en dos zonas, un gran salón y un piano bar, de decoración elegante y sobria en los que siempre hay flores frescas. El restaurante principal sigue la tónica general del barco, con mesas separadas por paneles de madera y sin ningún tipo de horario, turnos de comida o la obligación de sentarse en un lugar u otro. Es decir, a bordo uno come con quien quiere, cuando quiere y, lo que es más importante, lo que le apetezca. Todo está incluido, excepto una pequeña selección de bebidas de añadas especiales en el caso de que el connaisseur de turno quiera epatar a sus amigos o darse un homenaje con algún vino especial. Un restaurante más informal está en la parte alta del barco, en el bien entendido de que hablamos de uno de los cinco barcos más lujosos del mundo.
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