CARLOS GARRIDO Si eres un antiguo diquero y corre por tus venas el ansia de horizonte y de mar, no vayas al nuevo paseo del Dic de l´Oest. Más vale recordar lo que fue el paseo del espaldón que mezclarlo en el frasco de tus recuerdos con esa birria sucedánea que acaban de inaugurar.
El antiguo paseo fue cerrado argumentando "razones de seguridad". Lo que sería lo mismo que forrar la Seo de planchas antibalas cada vez que vienen los reyes a la Almudaina. Se suprimió un activo tradicional de gran parte de la ciudadanía, un patrimonio paisajístico, con argumentos burócratas.
Si analizamos por qué la gente iba al espaldón del Dic de l'Oest encontramos varias explicaciones. En primer lugar, es la única panorámica de Palma desde el mar. La ciudad parece desde ahí un cuadro romántico.
Pero, además, la longitud del espaldón ofrecía un camino para los que corren, los que van en bici, los que pasean el perro, los que quieren andar o pasear. Un itinerario suficiente para no molestarse unos a otros. Y lo suficientemente largo como para poder desahogarse sin tener que dar vueltas de tigre enjaulado.
En tercer lugar, la protección del espigón ofrecía el espectáculo salvaje del mar embravecido, que nunca llegaba hasta allá arriba. Como máximo, unas nubes de espuma. Y se podía contemplar el romper de las olas, el horizonte estañado de la bahía. Algo fundamental en cualquier lugar marino: el observatorio de los temporales.
Todos esos valores brillan por su ausencia en la actual imitación. El peor de todos es la carencia de vistas sobre la ciudad, ya que el panorama queda totalmente cerrado por el muro. Además, su extensión es mucho más reducida que el anterior, con lo cual el efecto de lontananza se va a hacer puñetas. Y por último, no ofrece protección alguna contra las furias del mar. Así lo advierte un surrealista letrero que prohibe el paso en caso de "agitación del oleaje". Por más barandas que pongan, en caso de temporal uno al menos se moja seguro. Y desde luego no es un paseo en absoluto deleitoso, sino más bien inquietante.
Si añoras, amigo lector, tus paseos por el Dic lo tienes claro. En Ibiza puedes todavía pasear por el espigón y ver Dalt Vila, Sa Penya y Formentera. En Ciutadella caminas hasta la torre de Sant Nicolau y en Maó puedes sentarte en una terraza a pie de puerto. Pero Palma ha perdido casi toda su vivencia portuaria, su visibilidad y pintoresquismo. Por más paseos canijos que nos intenten vender.
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