Sin sistema de alcantarillado, ni agua potable, ni instalaciones sanitarias. La historia de Palma hace poco más de un siglo era la de una ciudad abocada a los contagios y a las enfermedades infecciosas. Las condiciones de insalubridad de fábricas, talleres y casas particulares las convertía en auténticos focos de infecciones. Fue el Plan de Reorganización de los Servicios Sanitarios Municipales de Emili Darder el que, en 1932, sentó los precedentes del actual sistema médico.
Aunque se le recuerda fundamentalmente por su labor política, Emili Darder fue primero médico. Nació en 1895 en Palma, hijo del también doctor Tomás Darder Ensenyat. Desarrolló sus estudios de Medicina entre Valencia, Barcelona y Madrid, donde trabajó, entre otros, con Santiago Ramón y Cajal. Sin embargo, en los años 20 regresó a Mallorca como jefe de epidemología del Instituto Provincial de Higiene de Baleares. «Allí comenzaron sus primeras campañas divulgativas de medidas preventivas y cuestiones de higiene: realizaba conferencias por los pueblos, imprimía carteles e incluso recurría a los audiovisuales», explica la historiadora Catalina Moner.
Para algunos autores, aquellas medidas sanitarias fueron las que condujeron a Darder a la política. Y en aquel departamento de epidemias, las infecciones por el consumo de agua contaminada eran una de sus obsesiones. De manera que cuando llegó al ayuntamiento de Palma –primero como concejal y luego ya como alcalde en 1933– impulsó la creación de las redes de abastecimiento de agua potable y de alcantarillado de toda la ciudad. «Se preocupó de que llegaran tanto al casco antiguo como a la zona del Eixample. Fue una medida muy importante en una época en la que las depuradoras comenzaban a aparecer», añade Moner.
La gran transformación llegaría en 1932 con el Plan de Reorganización de los Servicios Sanitarios Municipales. En él se establecía la creación de tres dispensarios: el Central en el Ayuntamiento, el de Llevant en la plaza Pedro Garau y el de Ponent en el barrio de Santa Catalina. «Aquellas instalaciones podían considerarse el precedente de los actuales ambulatorios», afirma la historiadora autora de Emili Darder Cànaves : 1895-1937. Vida I Martiri. En ellos había consultas de oftalmología, odontología, medicina general «con especial atención a la infancia y a las madres en una sección llamada maternología». Aquel mismo año, 1934, conseguía el compromiso del subsecretario de Sanidad para la finalización de las obras del sanatorio de Caubet. Son Dureta aún no era ni siquiera una utopía.
Desde su doble condición de político y médico, Darder era consciente de que la higiene y las medidas preventivas eran más fáciles de aprender con la práctica que con la teoría. El Reglamento para la Inspección Médico-Higiénica Escolar instauró las revisiones médicas y las campañas de vacunación en las escuelas. «Por otro lado estaban las mejoras en las instalaciones, como la ventilación en los colegios, y un aumento del servicio de limpieza de las calles», afirma Moner. Incluso el primer laboratorio de análisis clínicos de Mallorca, situado en su consulta privada, se abría para todo el mundo en condiciones de necesidad.
Cuando las tropas franquistas fusilaron a Emili Darder en 1937 después de un consejo de guerra, seguramente no imaginaban el papel que aquel personaje había tenido para Palma. «Su planteamiento era el de una medicina preventiva y social. Preventiva por sus campañas de concienciación de la salud y la higiene; y social porque llegaba a toda la población, no era elitista», explica Catalina Moner. En la memoria debería quedar que, además del último alcalde republicano de Palma, Darder fue el primer médico social.
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