martes, 17 de marzo de 2009

La espeleóloga que cambió los tesoros por fósiles

Laura Jurado lunes 16/03/2009

A mediados del siglo XIX el feminismo cobraba fuerza en Inglaterra. Las mujeres pedían controlar sus propios bienes, su admisión en las universidades y el sufragio femenino a lo que la Cámara de los Comunes contestaba incluyendo de forma explícita la palabra varón entre los requisitos para el derecho al voto. Una efervescencia social en medio de la que nacía Dorothea Bate, una aventurera que recorrió el mundo en busca de fósiles y que en Mallorca la llevó a bautizar una nueva especie: el Myotragus Balearicus.

Para Dorothea su forma de entender el feminismo era, en la medida de lo posible, hacer oídos sordos a todas las limitaciones que se le imponían a la mujer. A los 19 años consiguió un empleo en el Museo de Historia Natural de Londres donde clasificaba piezas. «Fue la primera mujer en entrar en el museo y en un mundo en el que no se las tenía en cuenta», afirma el investigador del CSIC y vicedirector del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), Josep Antoni Alcover.

Bate no tuvo acceso a una educación formal pero su práctica y su curiosidad constante le llevaron a ser una de las espeleólogas más importantes de la época, una auténtica fossil-hunter (cazadora de fósiles). A los 22 años emprendió su primera expedición a Chipre en busca de fósiles. El hallazgo de 12 nuevos yacimientos le animó a seguir sus viajes por Creta, Córcega, Malta... En 1909 llegaba a Mallorca.

La biografía que escribió Karolyn Shindler retrata aquellas expediciones como días a pie o en burro, atravesando lodazales y durmiendo en cabañas llenas de pulgas. La imagen insólita de una mujer cargando con redes, cajas y martillos. Sin que se sepa muy bien cómo, Bate llegó a la cueva de Na Barxa, en Capdepera. Según sus propias notas allí encontró una pequeña cantidad de fósiles entre los que se incluían el cráneo y algunos huesos sueltos bien conservados de un animal desconocido.

«Sus primeros estudios no establecieron conclusiones determinantes sino que se dedicaron fundamentalmente a la descripción», explica Alcover. Las características contradictorias del nuevo animal confundían a Bate. Tenía el cráneo y dos cuernos como una cabra, pero la peculiaridad más llamativa eran dos grandes incisivos similares a los de los roedores. Una particularidad que le inspiró el nombre de la nueva especie. Myotragus Balearicus significa, en griego, cabra-rata de las Baleares.

«Dorothea contactó con investigadores locales como Pere Caldentey, pero fue su compatriota Charles Andrews quien continuó sus trabajos», aclara Alcover. Sin embargo los primeros apuntes de Bate ya hablaban de los cambios en la fisonomía del animal por su evolución en condiciones de insularidad. Lo que ella había bautizado como Myotragus Balearicus se convirtió luego en el nombre de la última etapa de la especie.
Myotragus balearicus

El Myotragus era un animal pequeño, similar a una cabra aunque de apenas 50 centímetros de altura y quince kilos de peso que se alimentaba de la vegetación típica del Mediterráneo. La ausencia de depredadores hizo que sus patas se fueran acortando y perdieran la capacidad de correr o saltar. Su extinción –aproximadamente en el 5.000 a.C.– coincidió con la llegada a Baleares de los primeros pobladores que los cazaron para alimentarse y luego intentaron domesticarlos.

Aunque nunca habían detenido sus aventuras, los padres de Bate también ignoraban los logros de su hija. Cuando su hermana se casó, consideraron que Dorothea debía recuperar el papel de hija obediente que le correspondía como mujer. Alguna vez volvió a salir en busca de fósiles, pero su trabajo continuó básicamente en el museo de Londres. Shindler afirma que su frustración fue enorme. Como aquella cabra-rata balear su libertad acabó por ser domesticada.

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