martes, 31 de marzo de 2009

La historia de una isla ‘a medida’ que Armstrong nunca contó

Laura Jurado | Palma lunes 30/03/2009

mapa
En el siglo XVIII Menorca era una isla con muchos pretendientes. Las continuas conquistas y reconquistas la convirtieron en una especie de estrella mediática que acaparaba las páginas de los primeros diarios. Los sucesivos países que pasaron por allí cartografiaron el terreno dibujándolo a su medida. En 1752 The History of the island of Minorca, de John Armstrong, se publicaba conteniendo el mejor mapa visto hasta el momento. Pero ni era suyo ni era el primero.

Encartado entre sus páginas y sin referencia alguna aparecía aquel mapa: el supuesto primer intento científico de cartografiar Menorca que todos atribuyeron a Armstrong. «Las posteriores ediciones de la obra llegaron a citar textualmente su autoría. No era de extrañar, porque aquel ingeniero inglés era además muy buen dibujante», afirma el catedrático de Geografía Humana, Tomás Vidal. Fue él quien en sus investigaciones de 2001 descubrió el fraude que había perseguido a la Isla durante siglos.

El autor era efectivamente un ingeniero inglés llamado John, pero no Armstrong, sino Hargrave que en 1733 –20 años antes de la aparición del libro– había seguido las órdenes de la administración británica de levantar una cartografía de la Isla. «Es un mapa con algunos errores, pero muy perfeccionado. Con la llegada de los franceses se copió hasta la saciedad, de forma que muchos también creyeron en su procedencia gala», explica Vidal. Su llegada a la imprenta –casi medio siglo después– provocó otro gran engaño. Uno de los editores, La Rochette, se inspiró en copias francesas para su publicación; concretamente en una que había añadido al mapa original proyectos de caminos y construcciones que nunca se llegaron a realizar.

Una vez resuelto el problema de la autoría quedaba por demostrar si el mapa de Hargrave había sido el primero en la historia de Menorca. En este caso fue la historiadora Isabel Moll quien descubrió en la Biblioteca Británica un manuscrito que había escapado a la catalogación de cartografía. «En total se encontraron tres copias de un mapa anterior al de Hargrave, con fechas diferentes pero datadas una década antes», explica Vidal.

Era muy difícil asegurar si se trataba de meras copias o había algún original. La toponimia estaba en castellano, e incluso dos estaban catalogadas como spaniard, lo cual llevó a pensar en un autor español. «Ahora se sabe que es prácticamente imposible. Los topónimos sólo demuestran que contó con la colaboración de menorquines porque sólo ellos sabrían escribir con tanta exactitud algunos nombres».

A día de hoy sigue siendo muy difícil afirmar quién realizó esa primera cartografía. Existe una teoría que habla de un funcionario inglés, H. Neal, que en 1713 había llegado a Menorca mandado por la reina para que le contara cómo era aquel nuevo territorio conquistado. «Se decía que había hecho un informe y había dibujado un mapa. El primero se conserva, pero del segundo no hay referencias, pero sí coincide en fecha con los encontrados en Inglaterra». Según Vidal se trata de un mapa «con cierto aire infantil» donde las montañas se dibujan aún de perfil pero con una topografía muy correcta en la que incluso se diferencian calas y playas, «lo cual demuestra que estuvo en esos sitios».

Entre tantos errores y copias, Menorca llegó a sumar más de 100 mapas hechos en el siglo XVIII. Su historia contradice la teoría de la proliferación para fines militares. «Los impresores descubrieron que los mapas se vendían como rosquillas, se convirtieron en algo muy comercial que compraban las familias de clase alta. Y como no había cartografías, muchas veces se inventaban», sentencia Vidal.

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