Después de la conquista de Mallorca y el resto de las Baleares por el Rey Jaime I, empezó a desarrollarse un activo comercio en las islas. Los productos agrícolas y las manufacturas necesitaban ser vendidos en otros lugares y ello obligó a crear una imprescindible marina mercante.
En un principio se comerció con otros puertos del Mediterráneo, pero no mucho tiempo después, nuestros marinos atravesaron el estrecho de Gibraltar - las Columnas de Hércules - y establecieron relaciones mercantiles con localidades del mar del Norte y del Báltico, así con puertos africanos del Atlántico.
Usaban casi siempre embarcaciones con aparejo latino, o sea, de velas triangulares sujetas al mástil por medio de una entena. Eran estos barcos faluchos y jabeques en su mayoría, con uno, dos y hasta tres palos. Muy veloces, navegaban muy bien ciñendo, cosa que era muy de tener en cuenta en el Mediterráneo. Pero al navegar por el Atlántico ya no era lo mismo, ya que allí predominan los vientos constantes, tales como alisios y ponientes,
Después del descubrimiento de América, comprobaron que las velas rectangulares sujetas por medio de vergas eran más eficaces. De todos modos, al tener el monopolio del comercio con las colonias americanas el puerto de Sevilla, en el Mediterráneo se siguió usando principalmente la vela latina.
Fue ya en la segunda mitad del siglo XVIII, al decretar Carlos III el libre comercio con los puertos americanos, cuando los marinos balearicos empezaron a emplear las velas cuadras. Continuaron usando jabeques y faluchos para cortos viajes, pues por su velocidad eran ideales para transportar mercancías perecederas como la fruta; pero estos buques adolecían de otros inconvenientes, como era la menor capacidad de carga debido a lo estilizado de sus cascos.
Por todas estas causas, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, nuestros astilleros comenzaron a construir buques de aparejo cruzado, que además tenían los cascos más largos y mangudos o anchos, lo que permitía aumentar la capacidad de carga de manera considerable, cosa muy importante para largas travesías.
Así empezaron a construírse bergantines y fragatas, especialmente dedicados a ala carrera de América y a la larguísima navegación a las Filipinas. Estos tipos de embarcación navegaban muy bien con vientos de popa o de aleta, pero la ceñida ya les resultaba más difícil, no pudiendo igualarse a los de velas latinas.
La acumulación de experiencias con el transcurso del tiempo acabó ofreciendo al navegante un tipo de aparejo que reunía casi todas las buenas cualidades, tanto marineras como de capacidad de carga, de los otros modelos. Este aaparejo fue el de goleta, que permite una buena navegación con vientos largos y con vientos de aleta. Corrobora esta afirmación el comprobar que este tipo de buque fue el más usado, existiendo más unidades de él que casi de todas las restantes tipologías juntas.
Las goletas tienen un mínimo de dos palos y pueden tener tres o más. Hubo una americana, la Thomas W. Lawson, que tenía siete. Las de Baleares arbolaron todas dos o tres, con la única excepción de la Sant Mus, el mayor velero mercante de la época, que llevaba cuatro palos.
Su velamen consiste en una vela de cuatro lados llamada cangrejo, sujeta por uno de ellos al mástil, y encima otra vela triangular, llamada escandalosa, también sujeta por un lado al mástil y por el lado más bajo a una percha llamada pico. Esto en cada uno de los palos de la embarcación, además de una vela y varios foques, estos sujetos al bauprés - palo casi horizontal que sobresale del casco por la proa. La vela cangrejo de más a popa pasó a denominarse cangreja.
Algunas goletas, para aprovechar mejor los vientos de popa, izaban también una o dos velas de cruz en el primer palo empezando a contar por la proa, llamado trinquete. En este caso se denominaban goletas de velacho, que es el nombre de estas velas. Si también izaban esta clase de velas en otros de sus palos, recibían el nombre de goleta de gavias. Los especímenes que tenían todo el trinquete entero provisto de velas de cruz, prescindiendo en él de cangrejo y escandalosa, eran llamados bergantín - goleta, y también podían tener un número indeterminado de palos, con un mínimo de dos, claro. Las goletas que usaban solamente cangrejos y escandalosas, sin ningún tipo de vela de cruz, eran llamadas también pailebotes, si bien esta denominación solía usarse generalmente para unidades de pequeño tamaño.
Todas estas variantes de goleta fueron empleadas mientras duró la navegación a vela y, aunque con diferente cometido, hasta nuestros días. Es cierto que el número de veleros decreció considerablemente al generalizarse los buques de propulsión mecánica; pero así y todo, se mantuvieron muchos de ellos por motivos de economía, ya que al no consumir combustible alguno, los hacía rentables para largas travesías, como por ejemplo las que se realizaban desde puertos del Pacífico a Europa, con cargas de bajo precio, como nitratos o guano.
Han sido las goletas los veleros que más han perdurado. Hasta la Segunda Guerra Mundial podían ser vistas en todos los mares. Cuando acabó la contienda, todavía continuaron muchas prestando servicio, si bien a la mayoría se les había instalado un motor auxiliar que al principio sólo usaban en las maniobras o en caso de falta de viento, debido a la escasez de combustible de la posguerra. Más atarde, cuando la situación se fue normalizando, se optó por una navegación mixta convirtiéndose en los célebres motoveleros que muchos de nosotros hemos conocido en nuestra juventud.
Como decíamos, hoy en día continúa habiéndolas, si bien ya no se dedican a la navegación comercial. Algunos países como Francia, las usan como buques - escuela para la formación de sus marinos, tanto de guerra como mercantes. También muchas goletas son yates de recreo, algunas de nueva construcción, pero también las hay que son especímenes antiguos que han sido restaurados, las más de las veces siguiendo el proyecto original, si bien, cabe suponer, cuentan con los equipamientos modernos adecuados para mayor seguridad y confort de los afortunados que pueden disfrutarlas.
Manolo Rives: "La importancia de la vela", publicado en el suplemento "Motor y Náutica" del Diario de Mallorca, el 5 de junio de 2005
miércoles, 25 de febrero de 2009
Manolo Rives: La importancia de la vela
Manolo Rives publica en un suplemento de Náutica del Diario de Mallorca unos artículos sobre la historia de la navegación bajo el título de Historia Naval. Por ser artículos muy interesantes, transcribo hoy el titulado La importancia de la vela, publicado el día 05 de junio de 2005. Acompañan estos artículos unas magníficas ilustraciones de Ramon Sampol Isern.