´Rostres de Roma´, con 32 piezas del Museo Arqueológico Nacional, describe en Ses Voltes la cultura del retrato en el imperio más vasto de la historia
M. ELENA VALLÉS. PALMA. El imperio tiene fisonomía. La erótica del poder está lejos de ser un concepto contemporáneo: griegos y romanos ya estilizaban las imágenes como elemento de propaganda política. Sin televisión fueron capaces de evidenciar su hegemonía en el mundo. Sin tubos catódicos, sólo de mármol y bronce son las 32 estatuas de retrato que trazan en Ses Voltes un recorrido por la cartografía de representaciones humanas de la Roma de entre los siglos I a.C. y III d.C.
La muestra, titulada Rostres de Roma y patrocinada por la Caja de Ahorros del Mediterráneo, el Ayuntamiento de Palma y el Ministerio de Cultura, es un producción del Museo Arqueológico Nacional de Madrid, que a día de hoy está en obras y "por ello trata de enseñar sus fondos a través de exposiciones temporales por distintos puntos de la geografía española y mundial", puntualiza la directora del museo, Rubí Sanz Gamo. Las piezas elegidas son también un reflejo de la formación de las colecciones del museo. Proceden de yacimientos de Baena, Mérida, Paestum (Italia) o de las expediciones a Oriente de la fragata Arapiles.
La primera parte de esta inmersión en el imperio está dedicada a monarcas y filósofos. En ella se evidencia la evolución del retrato en Roma, que se heredó directamente del savoir faire de sus vecinos, los helénicos. Los latinos imprimieron en sus obras un realismo más severo que el de sus antecesores, aunque no abandonaron jamás el idealismo griego. En el primer recodo de las salas curvosas de Ses Voltes, se erige augusta una estatua de bronce de Alejandro Magno del siglo II a.C. Este bronce, del barroco helenístico, buscaba exaltar la visión heroica de este jefe militar macedonio. Otra pieza que se encuentra en esta primera ración de exposición es un retrato de un pensador griego, probablemente Esquines, célebre orador ateniense.
A este busto le sigue otro de Marco Antonio, en mármol, que en este caso abriría un segundo capítulo, el dedicado a la historia augusta. En las piezas de esta sección, se explica cómo el retrato alcanzó cotas elevadas de propaganda política en la época imperial. Se erigió en un potente elemento ideológico y artístico. El retrato era la imagen del poder, que se difundía en Roma a través de monedas, relieves y estatuas. Se abre aquí el apartado de Julio-Claudios, Flavios, Antoninos o Severos y de sus familias.
Livia endiosada
Una estatua sedente de cuerpo completo de Livia, mujer de Augusto, es el epicentro de Ses Voltes. Los expertos dicen que es la piezas más valiosa de la exposición. El Marqués de Salamanca la encontró en un yacimiento de Paestum (Italia). El rostro de la emperatriz, de gesto enérgico, probablemente ostentaba una diadema, elemento de carácter divino, que plasmaba la intención de Livia de seguir los pasos de su difunto esposo, el emperador Augusto. Otros retratos interesantes que siguen a la dama se atribuyen a personajes históricos como Tiberio, Druso el Menor, Agripina la Menor, Antonino Pío, Lucio Vero, Clodio Albino o Septimio Severo.
Entre ellos resalta el de uno de los emperadores más conocidos por la imagen cruel y despótica que la historiografía ha ofrecido de él, pues supuestamente ordenó quemar Roma, así como el asesinato de su madre en el año 59. En efecto, se trata de Nerón, representado aquí joven, pues podría rondar los 15 años, pero en quien se distinguen ya los rasgos propios del futuro emperador: cejas amplias, ojos hundidos, nariz ancha con el arranque ligeramente hundido, boca pequeña y barbilla prominente.
La comisaria de la exposición, Paloma Cabrera, jefa del departamento de Antigüedades Griegas y Romanas del museo, hizo hincapié en que "el retrato fue también la imagen de la ciudadanía". A través de él se construyó la romanidad, la pertenencia a la cultura romana. En este sentido destacan los 15 retratos privados, que fueron usados por las clases acomodadas como símbolo social de prestigio. Mandaron hacerse bustos y estatuas los patricios, los senadores, los caballeros de la clase ecuestre y también los libertos. Quedaron sobre todo representados sus rostros en piezas funerarias como estelas o sarcófagos. Los modelos éticos y virtudes romanas, como la justicia o la piedad, se simbolizaron también en estas estatuas mediante la modelación de determinados rasgos. Crearon al hombre modélico. Los romanos fueron sin duda unos maestros fisonomistas.
Fuente