Una disputa matrimonial evidencia el declive de una empresa con millones de beneficios
J.F. MESTRE. PALMA. Se la conocía como la pulsera milagro. Y llegó a ser un negocio boyante que se extendió por todo el mundo. En un año llegó a facturar 8.500 millones de pesetas. Se trataba de las pulseras Rayma, un producto que se fabricaba en Mallorca y que se distribuía por Europa, Asia y toda América. Se le atribuían propiedades curativas. Entre otras cosas, sus fabricantes afirmaban que curaba el reuma y mucha gente se lo creyó. Su secreto: la carga eléctrica que recibía durante el proceso de fabricación.
No se tardó mucho tiempo en descubrirse que esta pulsera no curaba nada. Pero cuando se averiguó que estas propiedades eran una patraña las ventas cayeron en picado y la empresa llegó a desaparecer. Eso sí, antes varios empresarios ya se habían hecho millonarios. La marca Rayma llegó a ser conocida en todo el mundo, a la altura de las grandes empresas del país.
Esta pulsera, que consistía en un trozo de metal con dos piezas redondas en sus extremos, se fabricaba en Mallorca. Lo hacía un joyero que vio como en poco tiempo su cuenta de resultados iba creciendo como la espuma. Sólo trabajaba para un cliente, la empresa Rayma. Era suficiente. Le encargaba miles de pulseras porque a mitad de los años 90 el nivel de ventas era impresionante. El joyero, José Luis M.G., se sentó ayer en el banquillo. Su disputa matrimonial le ha llevado a colocarse frente a tres jueces y a defenderse de una petición fiscal de once años de prisión. Se le acusa de apropiación indebida y de un delito societario. La fiscalía afirma que este joyero, con la colaboración de una mujer, María Teresa L.O., que se enfrenta a los mismos cargos, idearon un complejo entramado económico para que la mujer del empresario no pudiera acceder al elevado patrimonio que integraba la sociedad de gananciales que había establecido con su esposo. La pareja tenía bienes inmuebles en común y compartían una cuenta bancaria que en sus mejores momentos llegó a acumular un saldo de 566 millones de pesetas. Sólo en el año 1994 la empresa del joyero declaró unos beneficios de casi 250 millones de pesetas.
Fue al año siguiente cuando entró a formar parte de la empresa la otra acusada, que fue nombrada administradora. La fiscalía afirma que la pareja ideó un mecanismo para desviar los fondos que la empresa guardaba en la cuenta bancaria. Así, lo que se hizo fue que la acusada concertó una póliza de crédito por valor de 240 millones de pesetas. Esta mujer no tenía aval, pero consiguió que la empresa actuara como fiador. Este dinero se devolvió con los fondos de la sociedad, que terminó en bancarrota, al igual que lo hiciera la empresa Rayma. Los acusados sostienen que no se organizó una maniobra para distraer dinero, sino que se trató de una inversión que al final fracasó al caer las ventas de la pulsera Rayma. La esposa no está de acuerdo con esta teoría y a su favor cuenta con el informe de un economista, que actuó como perito judicial del juez de familia, que afirma que el joyero y su socia realizaron operaciones que llevaron a la empresa a la bancarota. El fiscal quiere que dos bancos respondan por las pérdidas.
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