Esculturas de maestros como Miquel Arcas, Tomàs Vila o Joan Grauches están desapareciendo en el cementerio de Palma con el traspaso de los nichos. Carlos Garrido recupera su historia en un libro que Cort publica en noviembre
Sepulcro diseñado por el arquitecto Jaume Alenyar con una estatua de ´desconsol´ firmada por T. Vila. Foto: Lorenzo
M. ELENA VALLÉS. PALMA. Lejos queda la época en que los escultores más cotizados trabajaban para el cementerio municipal de Palma. El escritor y articulista de este diario Carlos Garrido fija las fechas de esa ´edad de oro´ a partir de sus investigaciones en el archivo del camposanto: "Fue un periodo que arrancó en 1820 y se extendió hasta los años cincuenta del siglo XX".
Las tumbas actuales son sencillas, sin ornamentos, exceptuando el mausoleo acorazado de la familia March. Algunas se asientan en el hueco donde antaño había una pieza de arte. ¿Por qué? "Con el tiempo, muchos nichos antiguos han sido vendidos, y con ello, se han ido perdiendo estos elementos patrimoniales", explica Carlos Garrido, quien está ultimando un libro sobre el cementerio de Palma que Cort publicará en noviembre. "La protección de todas estas obras de arte por parte de las instituciones sería necesaria para evitar su desaparición", prosigue.
El arte sepulcral de Ciutat presenta la frecuente peculiaridad de no estar firmado. "Los artistas que diseñaban estas tumbas las consideraban en muchas ocasiones obra menor. Piensa que eran encargos de familias adineradas. Eran artistas y debían vivir en parte de esto". Con las pocas rúbricas que se encuentran en las piezas y con los expedientes del archivo, Garrido rastrea algunos nombres de escultores mallorquines o vinculados a la isla: Miquel Arcas, Horacio de Eguía, Tomás Vila, Joan Grauches, Marc Llinàs o el catalán Joan Borrell Nicolau.
Es franquear el umbral y encontrarse con el área más monumental del camposanto. La primera estatua sobre lápida que destaca es un desconsol de Tomàs Vila –quien sí solía firmar sus piezas– que representa una afligida figura femenina de rodillas. La piedra está negruzca. Le urge una limpieza.
Vila (1893-1963) trabajó con Gaudí en la Catedral, donde también realizó el retablo de la Capilla de San Bernardo. Suya es también la estatua de Sant Domingo de la Calzada en el Paseo Marítimo o la conocida como El darrer vestit a l´ampla del Mercat de l´Olivar.
"En el archivo del cementerio he tenido acceso a muchos proyectos. El nombre del arquitecto que diseña los sepulcros siempre aparece, pero pocas veces el del escultor", cuenta Garrido, quien muestra otra tumba que fue diseñada por el arquitecto modernista Jaume Alenyar, que proyectó la Casa Ozonas de Vía Roma y el edificio de L´Àguila junto a Gaspar Bennàssar.
Un ángel alado, todavía en la zona de sepultura que se originó a principios del siglo XX, es de Joan Grauches, autor de la escultura de Jaume Ferrer en Drassanes. "Mario Verdaguer narra en La ciutat esvaïda que Grauches tuvo muchos problemas económicos y se dedicó a la escultura sepulcral", continúa Garrido, quien atribuye a estos artistas muchas de las esculturas no firmadas por semejanzas con otras sí rubricadas.
Una piedad de Miquel Arcas (1876-1953), escultor del monumento de mármol a Josep M. Quadrado en la calle Palau Reial, el bajorrelieve del catalán Joan Borrell Nicolau en la tumba de Gabriel Alomar o varias en mármol del genovés A. Canessa, son algunas de las mejores muestras de ese arte diseñado para el descanso eterno.
A destacar, dos últimos sepulcros. Uno, de la familia Maneu: una capillita que proyectó Gaspar Bennàssar que sincretiza todo el gótico eclesial de Mallorca. En ella se reproducen el pináculo de Santa Eulàlia, la entrada de Sa Llonja o los detalles de la Seu.
La escultura más sensual está en el nicho del cantante de ópera conocido como ´Uetam´ (Francisco Mateu y Nicolau). Allí, La Fama, de carnes turgentes, custodia una lira de cuerdas rotas, dos máscaras y un diapasón.
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