ARNAU BUSQUETS Imaginen por un momento que a alguien se le ocurriera derribar una catedral gótica, una casa modernista o una muralla medieval. Incluso el menos sensibilizado con la conservación del patrimonio histórico sabe que sería un sacrilegio. Pero, ¿y si hablásemos de una fábrica construida en plena Revolución Industrial? Seguramente la alarma sería mucho menor. La causa está clara: «No somos conscientes de la importancia del patrimonio industrial de Mallorca», explica Guillem Fabré, presidente de la Fundació per la Recuperació i Estudi del Patrimoni Ferroviari i Industrial de Balears.
Aquí, la protección de estos elementos se incluyen en la Llei de Patrimoni Històric de 1998, y también los protege la Ley de Patrimonio del Estado, pero, hasta ahora, lo que ha habido es una «destrucción masiva», concluye Molina. Y en eso tuvo gran parte de responsabilidad la «vorágine urbanística», apunta Fabré.
Precisamente, el objetivo de esta entidad, nacida hace unos meses, es poner en relieve la «carga simbólica de nuestro pasado industrial, que es desconocido y olvidado, pero muy importante». Quieren contribuir a recuperar, proteger y dinamizar elementos que son parte de nuestra cultura. Esto incluye desde edificions a máquinas, pasando por documentación o muestras de productos. Y, sobre todo, la «memoria de la gente que trabajó aquí y construyó esta sociedad desde las fábricas», según dice Ramon Molina, profesor de história económica de la UIB y miembro de la Fundació.
Para empezar, quieren desmontar la «gran falacia» que dice que el turismo trajo la riqueza a estas Islas, antes supuestamente pobres y dedicadas exclusivamente a la agricultura. Como recuerda Molina, «Mallorca estaba altamente industrializada hasta 1950», con un 35% de la población dedicado a la industria. Precisamente con el capital ganado en estas fábricas se impulsó el turismo, los obreros pasaron de la fábrica al sector terciario y el testimonio industrial se diluyó.
Antes que eso pasara, Palma contaba con barrios obreros. Calles como Ferro, Indústria o Fàbrica hacen referencia a esas décadas. En Santa Catalina había industrias de curtido, metalurgia, productos químicos y abonos. Una fábrica de cristal era de las más grandes del Europa. Funcionaron hasta los 60, y hoy no queda rastro de ninguna. En La Soledat sólo han resistido los edificios de donde salían los zapatos Gorila, y la fábrica de mantas Can Ribes, un caso excepcional, ya que tiene asegurada la restauración. El Molinar también era un núcleo destacado y en el Portitxol había una de las refinerías más importantes de España. Todavía se conservan las viviendas obreras que la rodeaban, construidas a finales del siglo XIX. Sóller, (orientado a las telas de algodón) y Esporles (a la lana) son buenos ejemplos de industrialización en la Part Forana. Motos, coches y jabón se fabricaron en Mallorca.
El Sindicat Cooperatiu Vinícola de Felanitx, la central eléctrica de Alcúdia, el par de fábricas de la Soledat o algunas de Sóller todavía pueden ser 'rescatadas'. Con el caso catalán como ejemplo, la Fundació es consciente que la preservación del patrimonio industrial es un proceso que requiere «entusiasmo de mucha gente».
La Fundació, que nació a partir de la Associació d'Amics del Ferrocarril, ha recuperado hasta ahora piezas relacionadas con el mundo ferroviario, y pone el tren de Sóller como ejemplo. Quieren atraer a otras entitades para ampliar su radio de acción con la idea de crear un museo «a la larga». Proponen el impulso de los catálogos municipales, que las administraciones se planteen adquirir el patrimonio y dar «ayuda suficiente» a los propietarios que quieran mantener la infraestructura. Sin olvidar la difusión: «Es vital que estén al alcance de todos», concluyen.
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