Sin saberlo, la Marina española fue la primera institución en preocuparse por la deforestación del país. No con un objetivo ecológico sino por la consideración de la madera como un bien estratégico. La necesidad de reconstruir su fuerza naval obligó al estudio de los recursos madereros disponibles. Un encargo que llevó a Pedro Antonio de Hordeñana a realizar el primer inventario de árboles de Mallorca, Ibiza y Formentera.
La posición estratégica de las Islas en las rutas marítimas supuso una importancia cada vez mayor de la construcción naval. Un sector que dependía de la amdera y que transformó el espacio forestal. El propio topónimo de Peguera hace referencia a la pega que se utilizaba para calafatear los barcos.
«La fabricación de barcos no fue la principal causa de deforestación. Los primeros que tenían interés en conservar esos bosques eran los constructores navales porque eran sus recursos. El peligro fue la ocupación por los cultivos y la población», asegura el jefe del Servicio de Gestión Forestal, Luis Berbiela. El aumento de la población acababa con las masas forestales por la necesidad de terrenos para la ganadería, los cultivos y las viviendas. La madera que resultaba de las continuas talas se destinaba también a la fabricación de muebles y al uso energético para los hornos de cal y para el calor doméstico.
Cualquiera que fuera su causa, lo cierto es que la progresiva deforestación preocupó a la Marina cuando afectó también a sus intereses. La pérdida de barcos en sucesivas guerras y su transformación en la Armada Real obligó a la reconstrucción de su fuerza naval. En 1748 se aprobaba la Real Ordenanza de 31 de enero para la conservación y aumento de los montes de Marina. Una comisión de visitadores debía estudiar todos los montes del estado analizando el número, la calidad –si eran nuevos, crecidos o viejos– y la situación de los árboles. El subdelegado de Marina en Mallorca, Pedro Antonio de Hordeñana, fue el encargado del trabajo en las Islas.
Poco se sabe sobre De Hordeñana: nació en Bilbao, estuvo destinado en Mallorca desde 1745 y llegó a ser Caballero de la Orden de Santiago. Su reconocimiento de los montes de Mallorca, Ibiza y Formentera –Menorca estaba en manos inglesas– fue el primer inventario de árboles: 7,18 millones en Mallorca y 2,41 en las Pitiusas. En el inventario original –conservado en el Archivo General de Simancas en Madrid– relata que trabajó con otros tres hombres desde el 7 de mayo hasta el 9 de julio, es decir, 63 días. «Aunque se haya afirmado muchas veces, la idea de que contó árbol por árbol no tiene mucho sentido. Suponiendo que trabajaran doce horas al día significaría que contaban más de 2.000 de árboles por hora», explica el ingeniero técnico forestal, Francisco Grimalt.
Los documentos originales de Pedro de Hordeñana se centran en el inventario de Mallorca donde identificaba nueve especies diferentes en 37 municipios. «Olvida el acebuche y en Ibiza, la sabina con lo cual la riqueza sería aún mayor», añade Grimalt. Probablemente su cálculo se hiciera a partir de una aproximación por cuarteradas. «Su inventario es la primera fotografía de la situación forestal de las Islas. Con los medios que tenían, los errores en el cálculo son casi lo de menos», apostilla.
Al mismo tiempo que el equipo de De Hordeñana contaba árboles, marcaba algunos que quedaban reservados para la construcción de barcos de la Marina. «La ordenanza especificaba que por cada árbol que se talara, se plantarían tres; pero no como una medida ecológica sino para garantizar recursos a largo plazo», explica el ingeniero. Árboles que quedaban embargados y que pagaban a la mitad del precio que ofrecían los constructores particulares.
Más que un catálogo forestal, la Marina ordenó un auténtico inventario de existencias. Aunque no tuvo referencias hasta finales del siglo XX, el texto de De Hordeñana es en la actualidad el mejor documento para justificar la preservación de los 33 millones de árboles de la Isla.
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