jueves, 3 de diciembre de 2009

El obispo de la Ilustración (Pere Joan Campins)

Laura Jurado | Palma martes 01/12/2009

La Historia nunca avanza igual para todos. Mientras la Revolución Francesa ponía el acento en la fuerza del pueblo, la Iglesia iba quedando cada vez más aislada. Hacía siglos que había perdido el tren de la modernidad y la conexión con su contexto real. Una distancia que el obispo Campins intentó acortar en apenas unos años.

Pere Joan Campins pasó toda su vida vinculado a la Iglesia: con apenas 11 años entró en el Seminario y, con sólo 25, fue consagrado sacerdote. Se había licenciado, además, en Teología y Derecho Canónico en Toledo, uno de los centros con más prestigio de la época.

Su trayectoria y su personalidad le convirtieron en uno de los personajes más queridos en la Iglesia mallorquina. A la muerte del obispo Jacint Maria Servera, todos los rectores de la Isla firmaron un documento en el que pedían que Campins –por entonces vicario capitular– fuera designado como nuevo obispo. "Costa i Llobera fue uno de los que más intervino en el proceso, ya que era muy influyente. Su amistad con monseñor Guerri era un hilo directo con el Vaticano", explica el director de la Biblioteca Diocesana, Gabriel Seguí. El nombramiento se hizo efectivo en 1898.

A su llegada, el obispo Campins se encontró con una institución desconectada de la Historia y la modernidad y muy alejada del pueblo. "El siglo XIX fue muy difícil para la Iglesia y él tenía conciencia de eso. Su objetivo fue restaurarla en una época llena de liberalismo", afirma Seguí. De puertas afuera promovió la rehabilitación y construcción de templos que la hicieran visible para el pueblo. Una de las más polémicas fue la reforma de la Seu en 1905 encargada a Gaudí.

De puertas adentro, el obispo tardó apenas tres meses en presentar un proyecto de renovación diocesana que incluía un nuevo plan de estudios para el Seminario. "Quería crear un grupo de clérigos que pudieran hacer un buen papel en la crisis de la Iglesia y, en lugar de hacerlo por la vía política, optó por la intelectual. Su objetivo era crear una Universidad Eclesiástica independiente de la de Valencia", explica el director. Campins se rodeó de un importante grupo de colaboradores que hicieron posible la introducción de asignaturas científicas. Antoni Canals era profesor de Aritmética, Álgebra, Trigonometría y Contabilidad. Ildelfonso Rullán se encargaba de la Física, la Química y la Historia Natural.

En 1899 el obispo creó los certámenes científico-literarios del Seminario: concursos de trabajos académicos con los que los seminaristas se iniciaban en la investigación científica. Con el edicto Specola astronomica in Seminario Campins dio un paso más. Había escrito al Prepósito Provincial para la creación de un observatorio astronómico. Una comisión científica se encargó de su desarrollo y Canals fue nombrado director del mismo.

El obispado de Campins coincidió con el papado de León XIII, gran impulsor de las Ciencias Naturales, especialmente de la Astronomía. Hacía años que el Vaticano contaba ya con su propio observatorio. Sin embargo, la fundación de uno en Mallorca coincidió con la muerte de dicho Papa y la llegada de Pío X, que gobernó con mano firme y se opuso a las ideas reformistas.

Por tolerancia o aislamiento, Campins consiguió seguir adelante con su proyecto. En 1905 el observatorio tuvo uno de sus momentos más importantes con el eclipse total que tuvo en la Isla una de las mejores zonas de visibilidad y que atrajo a científicos de todo el mundo. El Boletín Oficial del Obispado publicó una extensa crónica de las observaciones.

El obispo Campins fue también el fundador del Archivo y el Museo Diocesano."Se podía visitar y él lo convirtió en un centro de interpretación que organizaba conferencias culturales", relata Gabriel Seguí. Fue además la primera entidad museográfica de Mallorca preocupada por la destrucción y la expropiación del patrimonio. Consiguió, por ejemplo, que los bienes del Santuario de Lluc –incautados por el Estado– volvieran a la Iglesia. Hoy el museo aún conserva un apartado dedicado a las Ciencias.

Su reformismo chocó con el sector más conservador de la Iglesia. Sin embargo, el tener a Mossèn Alcover como mano derecha –"casi un integrista"– consiguió suavizar las posturas. Su verdadero 'enemigo' estaba fuera de su alcance. A su muerte le siguió el obispo Domenech que desmontó todo lo que Campins había conseguido. "Lo primero fue el plan de estudios del Seminario. Aquella idea de crear una Universidad desapareció".

"Campins no ha tenido aún el reconocimiento y el estudio que se merece. Su figura ha quedado como un mito tanto para la Iglesia como fuera de ella", concluye Seguí. La Ilustración que tanto temía se convirtió en su arma principal para conectar con el mundo.

Fuente
Elena Soto: Exploradores robóticos del medio marino