Joan Bauzá junto a su laboratorio de fósiles. | Museu Balear de Ciéncies Naturals de Sóller
Cuando Joan Bauzà Rullan llegó a Mallorca ya traía tras de sí una parte de la historia de la Isla: la de los sollerics que emigraron a Francia buscando un futuro mejor y que regresaron años más tarde. Casi un siglo después, la historia balear le reconocía como uno de los pioneros en la paleoictiología.
Nació en Marsella en 1916, hijo de una de aquellas familias sollericas emigradas al país vecino. Volvió a la Isla aún de niño y, aunque se sabe poco sobre sus primeros años aquí, se conoce que ya de muy joven comenzó sus estudios de mineralogía y química de manera autodidacta. «Era algo muy habitual entre los naturalistas. Bauzà Rullan se inició, como muchos otros, de la mano de Guillem Colom, un importante científico solleric. Sin embargo al especializarse en una rama muy diferente, sus caminos se separaron», explica la directora del Museu Balear de Ciències Naturals de Sóller, Carolina Constantino.
Poco a poco, Bauzà Rullan comenzó a orientar su trayectoria hacia la paleontología. Según Constantino, una especie de gran casualidad acabó por definir aún más su carrera. «En su búsqueda de fósiles se percató de que encontraba muchos restos de peces. Ese abundante material y el vacío existente en ese campo de estudio le llevó a especializarse en la paleoictiología», afirma la directora. Una disciplina dedicada a los peces fósiles.
A partir de entonces, el solleric recorrió toda la Isla en busca de yacimientos. «Las canteras de marés de Muro y Santa Margalida fueron unas de las más ricas donde llegó a encontrar dientes de tiburón. En otras, como las minas de carbón de Selva, halló los únicos restos baleares de tapires, tortugas y de los antecesores del caballo», añade. Fotografiaba, dibujaba y databa las piezas, en su mayoría de hace 20 millones de años en pleno Mioceno. Una descripción para la que muchas veces sólo contaba con dientes y otolitos: unos huesos de los oídos de los peces que son diferentes en cada especie.
«Bauzà fue uno de los primeros paleoictiólogos de España y prácticamente un pionero en Baleares», asegura Constantino. Una treintena de obras científicas plasmaron por escrito sus investigaciones en las que hacía referencia a otros expertos como Louis Agassiz. Pese a su carácter precursor, sus artículos exploraron también sus antecesores baleares en la materia en La paleoictiología en los siglos XVIII y XIX en las Islas Baleares: primeras citas de ictiofauna fósil en Menorca y Mallorca.
Su rigor científico y el vacío existente en su rama de estudio le convirtieron en una figura reconocida nacional e internacionalmente. Perteneció a la Real Sociedad Española de Historia Natural, al Consejo Superior de Investigaciones Científicas y en el archipiélago fue presidente de la Sociedad de Historia Natural de Baleares. Describió algunas especies nuevas para la ciencia y otras tantas fueron bautizadas en su honor: Casier lo hizo en 1952 con el eodiodon bauzai mientras que en 1966 el término bauzaia hacia referencia a todo un género de peces fósiles.
«Si en Mallorca no tuvo la relevancia que merecía era por el desconocimiento que se tenía de la paleoictiología y por el escaso número de científicos que se especializaban en esta rama», aclara la directora. Un descuido que Bauzà Rullan no consideraba como tal. En 1994 los más de 20.000 ejemplares de su colección de fósiles –«muchos aún por clasificar»– y su gran biblioteca especializada fueron cedidos al Museo Balear de Ciències Naturals de Sóller. Hoy toda una sala le recuerda y abre al gran público lo que hasta ahora parecía un oscuro y desconocido rincón de la ciencia.
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