Frente a la Seu y la Llotja están dos de las empresas de reparación náutica más importantes del Mediterráneo, aunque pocos lo saben
La actividad en Astilleros de Mallorca está a pleno rendimiento antes de que llegue el verano. Foto: M. Massuti
RAQUEL GALÁN. PALMA. Parece que frente a la Catedral sólo está el paseo Marítimo y el Moll Vell. Frente a la Llotja y el Consolat de la Mar sucede lo mismo, la vista del paseante sólo alcanza hasta el muelle de pescadores del puerto de Palma. Sin embargo, detrás hay más vida, ya que ahí se encuentra uno de los astilleros de grandes embarcaciones de recreo más importantes del Mediterráneo. Y enfrente de la Seu, tras el Moll Vell, hay más de 103.000 metros cuadrados de explanada donde 1.500 trabajadores de 350 empresas auxiliares reparan alrededor de un millar de barcos al año. Estamos hablando de dos compañías isleñas, Astilleros de Mallorca y Servicios Técnicos Portuarios (STP), que copan el mercado de los grandes yates y veleros. Existen astilleros para barcos de pequeña y mediana eslora en varios clubes náuticos de la isla, aunque ninguno tiene capacidad para transformar de arriba abajo un velero de 55 metros de eslora, casi 700 toneladas y valorado en más de 50 millones de euros, por ejemplo.
De eso se encargan las dos empresas ubicadas frente al casco antiguo, aunque sólo lo saben quienes allí trabajan y pocos más. La primera es un astillero propiamente dicho, es decir, dedicada a la construcción –lo hizo hasta los años 90– y reparación de buques. En cuanto a STP, es un varadero o, tal como lo llama su presidente, José María Campuzano, "un área técnica con todos los servicios e infraestructuras que necesitan las industrias del sector, desde electricidad, agua a presión y recogida de residuos hasta seis fosos en tierra, cinco fosos de botadura y cinco travelift con capacidad para mover de 150 a 700 toneladas de peso". Se trata de enormes máquinas para izar y botar los barcos, y tienen ruedas cuyo diámetro llega a superar el tamaño de una persona. La joya de la corona es el más grande, "único en el Mediterráneo y muy solicitado", tal como asegura Campuzano.
Enfrente, separado por varios metros de agua, el director general de Astilleros de Mallorca, Diego Colón de Carvajal, destaca que el Marenostrum "absorbe alrededor del 70 por ciento de la flota mundial de barcos de recreo". El puerto de Palma está en el centro occidental. Su astillero no tiene fama por la ubicación, sino "porque tras tantos años de experiencia hay un reconocido prestigio entre los armadores que buscan una relación calidad-precio". Esta clase de clientes, que se gastan 300.000 euros en pintar el exterior de su barco de 50 metros de eslora, por ejemplo, "priman la calidad, aunque también miran el coste". La citada empresa repara en profundidad unos 120 barcos al año de 25 a 100 metros de eslora, detalla Colón de Carvajal. Cuenta con unos 300 empleados, entre trabajadores directos y de compañías auxiliares, y sus principales competidores están en puertos como La Ciotat (sur de Francia), Barcelona, Génova y Viareggio (Italia).
Según datos aportados por la conselleria de Economía, la construcción y reparación naval en las islas supone el 4,2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) industrial de la comunidad autónoma. Sin embargo, discrepan tanto Colón como Joan Rosselló, gerente de STP. "Es mucho más", afirman contundentes. Lo que pasa es que no han tenido en cuenta la cantidad de empresas auxiliares que trabajan para estos barcos, como decoración, tapicería, carpintería, electricidad, pintura, comunicaciones o limpieza, entre otras.
Dar un paseo por el astillero es como visitar un polígono. En una nave tienen los equipamientos de prefabricación y corte de metal, que realizan con una máquina que sigue las instrucciones de un ordenador con dibujos en 3D de lo que deben cortar; en otra nave (el taller de arboladura) fabrican y reparan los mástiles de los barcos con maderas de spruce y pino de Oregón, las destinadas a los palos; otra instalación se centra en la mecánica; en otro lugar crean todo tipo de piezas específicas de latón, bronce, acero, etc. y hasta cientos de tareas en un espacio industrial de unos 20.000 metros cuadrados entre tierra y mar.
Un ´jacuzzi´ en la cubierta
"Podríamos construir barcos enteros, y así lo hemos hecho, aunque hemos decidido especializarnos en las reparaciones y en la transformación de alto nivel", dice Colón. Éstas últimas son aquellas que tienen un valor superior al 30 por ciento del valor del barco antes de la transformación. A veces es tan alto que supera con creces el precio inicial del yate. Algunos de estos trabajos son alargar el casco y la superestructura, sustituir los motores y grupos generadores, instalar nuevos equipos de navegación y comunicaciones, renovar la decoración o la instalación eléctrica y un largo etcétera en el que se puede incluir también instalar un jacuzzi en la cubierta del barco.
Sin embargo, lo más habitual, lo que se debe hacer todos los años, es pintar la obra viva (la parte que se sumerge en el agua), revisar los ejes y mantener la cubierta, tal como detalla Rosselló. Todas las empresas de reparación ubicadas en la explanada que STP explota en régimen de concesión están a pleno rendimiento. Queda poco tiempo para que los armadores empiecen a pedir sus casas flotantes. "El 80 por ciento son extranjeros", afirma. La cifra alcanza el 95 por ciento en Astilleros de Mallorca, "de los que alrededor de un 70 por ciento son barcos extracomunitarios", como detalla el director general.
A veces también tienen restauraciones de embarcaciones clásicas, como ahora el emblemático Hispania. En STP cuentan con algún que otro barco pesquero y varias golondrinas dedicadas a pasear turistas. No se ve ningún típico llaüt, porque de ellos se encargan los pequeños astilleros de clubes como el Portitxol y el Molinar.
El sector de la reparación de grandes embarcaciones es desconocido en la isla, "pero está ahí y debemos cuidarlo, porque da mucho trabajo y las tripulaciones viven en Palma diez meses al año, por lo que la oferta complementaria (alquileres, tiendas, hoteles, restaurantes) también se beneficia", incide Campuzano.
Se estima que un diez por ciento del precio de un barco de este tipo es destinado a pagar seguros, tripulación y reparación, de la que se encarga una gran mayoría de empresas locales, muchas de ellas pequeñas y situadas a dos pasos del casco antiguo.
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