Nubes de evolución, anticiclones y precipitaciones moderadas. Cuando George Cleghorn llegó a Menorca no conocía ninguna de estas expresiones; ni siquiera que, a la que iba a ser su nueva casa, la llamaban l’illa del vent. Fue el primero en observar el cielo y convertirse en el hombre del tiempo.
Su excelente currículum estudiantil hizo que en 1736 fuese destinado a Menorca con sólo 20 años. Una especie de beca Erasmus como cirujano del 22º regimiento de infantería del general Saint Clair. Se había formado en cirugía con el prestigioso profesor Monro –que le acogió en su propia casa– y complementó sus estudios con cursos de botánica y química. Finalmente se licenciaba en Medicina en su Edimburgo natal.
Pasó 13 años en la isla, pero no fue hasta su vuelta a Londres cuando se conoció la verdadera importancia de aquella estancia. En 1751 publicaba Observations on the epidemical diseases in Minorca. «En aquella época los médicos y científicos solían recoger en una obra sus experiencias fuera de su país para que pudieran ser útiles para otros. A Cleghorn le recomendaron hacer un libro de topografías médicas que analizase la relación entre las enfermedades más frecuentes y las características del clima», explica el historiador menorquín Josep Miquel Vidal Hernández.
La malaria era uno de los males que centraban la obra, «una enfermedad que afectaba a gran parte del Mediterráneo y de la que apenas se había escrito», afirma Vidal. En su estudio Cleghorn analizaba los efectos de la quinina de los barcos –una sustancia que se extraía de la corteza del quino y que posee propiedades febrífugas– como cura. Sin embargo, su intención de crear una topografía médica de Menorca resultaba aún más llamativa. Una correlación entre el clima y las enfermedades que incluía las primeras mediciones climatológicas de la isla.
Aquel primer hombre del tiempo aún no necesitaba pantallas ni punteros. Sobre su método de trabajo sólo se sabe lo que el propio Cleghorn escribió. Durante seis años –de 1744 a 1749 ambos incluidos– confeccionó una tabla que recogía las temperaturas diarias, así como la media, la máxima y la mínima de cada mes. Una hazaña pionera en la Historia empequeñecida por la propia falta de recursos. Su único instrumento era un termómetro graduado en la escala Fahrenheit –«más primitivo que el que hoy tiene cualquiera en casa»– con el que hacía sus mediciones diarias a las tres de la tarde y en el interior de una casa.
La tecnología todavía no estaba hecha para la meteorología y el escocés veía limitadas sus mediciones por la falta de aparatos. Las lluvias se reducían a un control cualitativo: débiles, normales, fuertes o muy fuertes. Sus ojos eran el único pluviómetro para apreciar las cantidades y el número de días lluviosos. La calidad del aire era uno de los aspectos que más interesaba a Cleghorn –la humedad, la limpieza, el origen del viento...– porque creía que era el que más podía influir en la salud. «El aire húmedo se asociaba con las enfermedades mientras que el seco se consideraba sano porque las patologías aparecían cerca del mar o las albuferas», añade el historiador.
Un catálogo de la flora y la fauna menorquinas –con más de 500 términos con los nombres en latín y menorquín– completaban la obra del escocés que se convirtió casi en un best seller con continuas reediciones y traducciones. En su faceta de meteorólogo intentó caracterizar los cambios estacionales en la isla aunque, para Vidal Hernández, es muy difícil extraer conclusiones generales sobre el clima de Menorca porque sus mediciones –además de hacerse en el interior de edificios en el caso de la temperatura– cambiaban de lugar con los traslados del regimiento y muchas veces no se indicaba su ubicación. «Sus mediciones resultan de mayor interés por ser las primeras en la isla. Unos estudios que no tuvieron continuidad hasta setenta años después», asegura el historiador. En 1749 su regimiento, bajo las órdenes del general Offarrell, fue trasladado a Irlanda. Poco después el escocés se trasladaba a Londres. Con la publicación de su libro, Cleghorn logró situar a Menorca en el mapa sino internacional sí de las isobaras.
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