miércoles, 18 de noviembre de 2009

La rebelión de las hilanderas (Can Ventosa, Ibiza)

Laura Jurado | Palma martes 17/11/2009

fábrica hilados
Sala con máquinas en Can Ventosa. | Colleción familia Valls Ventosa

El currículum laboral de las mujeres ibicencas se escribió, durante muchos siglos, de puertas adentro. En la rutina de las tareas domésticas y en la costura a comisión. Can Ventosa fue su salida a la luz y el traslado de los avances de la industria textil a la capital pitiusa.

Ni la industria naval ni la salinera abrieron sus puertas a la mano de obra femenina. La textil fue la primera en centrar el trabajo de las mujeres entrando en las casas a través de los comisionistas. Cobraban por coser en sus propios hogares de manera que era fácil de compaginar con las tareas domésticas.

En 1876 la situación comenzó a cambiar. Uno de aquellos comisionistas, el empresario catalán Pere Ventosa, creó un pequeño taller en la carretera de Sant Joan. En pocos años, la fábrica ya contaba con 50 operarias; pero fue con la inauguración de la nueva sede en el eixample de Eivissa en 1925 cuando empezó la verdadera historia de Can Ventosa. «Fue un núcleo fundamental del trabajo de la mujer en el siglo XX en las Islas», afirma la consellera insular de Política Patrimonial y Agrícola de Ibiza, Margalida Torres, autora del artículo La dona en la indústria eivissenca.

La fábrica supuso la llegada a Ibiza de las primeras máquinas de hacer medias y calcetines que se introdujeron en España, actividad en la que se especializó la empresa. Se trasladaban desde Barcelona y el montaje correspondía al ingeniero Xavier Valls cuando la casa ya se llamaba Hijos de Ventosa. La plantilla, que llegó a tener 115 obreras, trabajaba en turnos de ocho horas en las diferentes secciones: tricotar, montar, cortar, coser y comprobar.

También había hombres, pero menos. A ellos les correspondía el mantenimiento de las máquinas, los automóviles, la oficina y la dirección de la fábrica. Mientras que la familia Ventosa vivía en la isla sólo por temporadas, el también catalán Manuel Buson era quien ejercía como director. En 1935, la fábrica se convertía en un filial de Fabra i Coats, surgida de la fusión de un grupo textil inglés con la catalana Fabra i Portabella.

Can Ventosa se convirtió, junto a las salinas y el puerto, en uno de los núcleos comerciales e industriales más importantes de Ibiza. «Para las mujeres el paso a la fábrica supuso el reconocimiento de los derechos laborales. Fue sede, además, del primer movimiento sindical femenino de la Isla», explica la consellera. En marzo de 1936 surgía la Unión Obrera Femenina que agrupaba a las trabajadoras de la Calcetería Hispánica Can Ventosa.

El 13 de julio se declaraban en huelga esperando que la patronal aceptase sus condiciones. «Era un momento muy delicado porque incluso repartieron panfletos el 18», día del alzamiento militar. La fundadora del movimiento sindical, Margalida Roig, pasó 12 años en prisión –y otros tantos de reclusión domiciliaria– por organizar a las obreras de la fábrica.

«Can Ventosa fue durante mucho tiempo la única industria textil en Ibiza y, aunque surgieron otras, ninguna tuvo tanta envergadura. La movilización por los puestos de trabajo consiguió detener el primer intento de cierre», relata Margalida Torres. En realidad, fue sólo un retraso hasta que dos años después, en 1956, el centro cerraba sus puertas. La maquinaria fue trasladada a la sede que Fabra i Coats tenía en Mallorca y, aunque se ofreció a los trabajadores su reubicación, sólo uno de ellos aceptó.

Casi medio siglo después –tras reformas, nuevos usos e incluso ser propiedad del Ministerio de Defensa– Can Ventosa volvió a abrir sus puertas al público en 1995 esta vez como centro cultural.

Fuente

Elena Soto: Más comida con menos agua