El Virreinato de Nueva Granada era parte del imperio español, pero lo que ocurría en las provincias de ultramar era algo desconocido para la mayoría de españoles. Cuando Lorenzo Campins decidió dar el salto a Venezuela, no sabía que iba a encontrar un erial científico en el que convertirse en un pionero de la medicina.
Nació en Palma en 1726 en el seno de una familia humilde pero siempre soñó con ser médico. En la Universidad Luliana de Mallorca se convirtió en licenciado y Maestro en Artes, título que le permitía acceder a los estudios médicos que luego desarrolló en la Real y Pontificia Universidad de Gandía donde se doctoró. Regresó a la Isla para que reconocieran su título pero apenas ejerció aquí.
"Mallorca pasaba por una época terrorífica:guerras, epidemias... Pronto decidió viajar a Cádiz, que era el salvoconducto para trasladarse a América", explica el cirujano de la Clínica Juaneda, Carlos Marín, autor de la tesis El Doctor donde Lorenzo Campins y Ballester en el contexto de los estudios médicos en Nueva Granada. El mallorquín apenas tardó un año en dar el salto a Venezuela.
La ciudad de Santiago de León de Caracas que recibió a Campins en 1762 seguramente distaba mucho de lo que esperaba encontrar. Una ciudad de 30.000 habitantes con una inmensa mayoría analfabeta, un predominio de las enfermedades infecciosas y sin ninguna supervisión de la profesión médica. El mallorquín tenía todas las papeletas para convertirse en un pionero.
La práctica médica estaba dominada por un profundo curanderismo. Se separaban, además, las actividades del médico de las del cirujano. Los segundos, eran barberos de origen indígena que, bajo la supervisión de un médico, realizaban las cirugías. "Campins no estaba especializado en ninguna rama médica. En aquel momento sólo Italia, Francia y Alemania tenían algunos doctores especializados en la disección de cadáveres, pero no en áreas", afirma Marín.
El médico mallorquín adquirió un doble papel público y privado. En su consulta privada llegaba a ingresar a sus pacientes en su propia casa durante el tratamiento cuidando incluso de su alimentación. Desde 1772 se convirtió en médico de los tres únicos hospitales que existían en Caracas en la época: San Pablo, Nuestra Señora de la Caridad y San Lázaro. "Fue un hombre innovador pero su medicina era arcaica. La Ilustración aún no había llegado a España y la profesión tenía siglos de retraso con respecto al resto de Europa", asegura el cirujano.
La Real y Pontificia Universidad de Caracas tenía ya cuatro décadas de historia pero, como el modelo de las universidades europeas medievales, no contaba con estudios médicos. Lorenzo Campins se ofreció para dar un curso de Medicina gratuito, pero durante años estos cursos fracasaron mientras el curanderismo seguía proliferando. En su primer año sólo tuvo cuatro alumnos y, pese a que las clases eran gratuitas, la Universidad le exigió que diera una fianza por si incumplía la obligación contraída.
En 1763 el monarca español, Carlos III, le dio los permisos para la creación de una cátedra de Medicina. Durante más de veinte años dictó clases y en 1775 Francisco Xavier de Molina se convirtió en el primer médico titulado en una universidad venezolana.
"Pese a que los indígenas no lo supieran, sus técnicas médicas tenían una base científica. Incluso tenían remedios naturales más avanzados que la medicina de Campins. Él, por ejemplo, seguía usando las sanguijuelas para los sangrados", afirma Carlos Marín. El mallorquín consiguió institucionalizar la supervisión del ejercicio médico al lograr que la monarquía española decretara el establecimiento del Protomedicato de Caracas. Durante ocho años administró el Tribunal y le dio batalla al curanderismo libre. Una cédula de Carlos III le nombró protomédico interino de la provincia de Venezuela.
Dada la escasez de personal médico, Lorenzo Campins ostentó prácticamente todos los cargos de la época. Su acción en Venezuela se desarrolló durante veintiún años. "Su labor fue muy relevante porque inculcó los avances para la medicina. Instauró una independencia pragmática en la colonia con la introducción de la ciencia. Era un paso para empezar a valerse por sí mismos y no depender de la superioridad de la metrópoli", opina el cirujano.
Su vida y su carrera se convirtieron en la lucha por la profesionalización de la medicina hasta que una grave enfermedad mental acabó con su vida en 1783. Quedaban aún otros tantos años para que Venezuela proclamara, en 1811, su independencia. Hoy, el auditorio del Hospital Clínico Universitario de Caracas lleva el nombre de Lorenzo Campins.
Fuente
Elena Soto: El 'software', la cobaya virtual