martes, 10 de noviembre de 2009

El 'broker' del alga menorquina (Rodríguez Femenías)

Laura Jurado | Palma lunes 09/11/2009

Rodríguez Femenías
Rodríguez Femenias de expedición | J. M. Rosas

Qué movió a Joan J. Rodríguez Femenias a fijar su atención en los fondos marinos sigue siendo casi un misterio. Tal vez él, empresario terrestre, vio en las estepas abisales un oasis libre de explotación. O quizá se preguntara qué eran aquellas plantas viscosas que le rascaban las piernas cuando nadaba en la playa. Una inversión de aficionado que brilló por encima de cualquiera de sus negocios.

Nació en Mahón hijo de un próspero comerciante pero no tuvo más estudios que la escuela primaria. Sin embargo, probablemente fue aquella procedencia la que le permitió iniciarse en el mundo de los negocios poco antes de hacer el que sería el descubrimiento de su vida: la botánica. "Fue con la visita a Menorca de Colombiers, un inspector de correos francés que llegó en la época de los ensayos telegráficos entre Mahón y Argel. Era un naturalista aficionado y contagió al menorquín", explica el historiador Josep Miquel Vidal.

Pronto la botánica fue un campo demasiado amplio y Rodríguez Femenias buscó refugio en la algología en la que se formó de manera autodidacta y con la correspondencia con una veintena de algólogos con Bornet y Grunow como maestros. En aquel momento era un campo de la ciencia prácticamente desconocido "y con muy pocos estudios en el Mediterráneo occidental" que hizo del menorquín un pionero y referente más allá de España. No fue hasta finales del siglo XIX cuando la algología experimentó un gran desarrollo en todo el país.

Llevaba ya algunos años recogiendo material y pronto su herbario de algas hoy en el Ateneo de Mahón alcanzó las 3.000 especies. Entre ellas, endemismos que él mismo había descubierto como la Laminaria rodriguezii. En lo teórico, seis publicaciones recogieron sus avances en los que destacan Algas de Baleares, raíz de la algología posterior del Levante peninsular. Su proyecto de realizar un catálogo nacional de algas no consiguió apoyo para salir adelante.

Lejos del mar, analizó la flora menorquina y obras como Flòrula de Menorca fue una referencia básica que prácticamente no se ha actualizado hasta el siglo XXI. Recorrió los barrancos de Algendar, el de Trebaluger y el Pas den Ravull rescatando plantas endémicas. Su Catálogo de los musgos de las Baleares (1875) marcó también un referente en el estudio de los briófitos que identificó gracias a la ayuda del alemán Hegel. Los reconocimientos no tardaron en llegar: en 1866 se convertía en el primer miembro español de la Societé Botanique de France y poco después en socio numerario de la Sociedad Española de Historia Natural.

Mientras seguían publicándose sus obras, Joan J. Rodríguez Femenias abandonó en cierto modo la investigación para desarrollar iniciativas de mayor envergadura. Con el oceanógrafo Odón de Buen proyectó la creación de un centro de estudios de biología marina en el puerto de Mahón. Pero la falta de apoyo acabó por hacerlo realidad en Mallorca. "El problema fue fundamentalmente económico. Las autoridades locales estaban a favor, pero no querían gastar en eso y menos en una isla tan pequeña como Menorca", afirma Vidal.

En la década de los 80 el menorquín se centró en actividades municipales: entre 1883 y 1885 fue alcalde de Mahón, en 1882 fundó con su suegro el Banco de Mahón –el primer banco autónomo de la isla del que fue administrador hasta su muerte– e instaló una fábrica de gas para alumbrado. El proyecto del Ateneo Cultural llevaría también su nombre entre los fundadores intelectuales, aunque murió antes de verlo hecho realidad.

En Menorca siempre fue, y es, mucho más conocido por su faceta como botánico. Como alcalde sus medidas progresistas causaron mucha polémica. Por otro lado, el Banco de Mahón acabó muy mal tras su muerte y, aunque él no tuviera la culpa, desprestigió también su figura.

Entre tensiones urbanísticas y políticas y ya prácticamente sin contacto con el mar, Joan J. Rodríguez Femenias murió en 1905 en Toulouse cuando se había trasladado a la ciudad francesa para pasar una temporada en un balneario en busca de remedio para su salud. Hacía quizá demasiado tiempo que se había convertido en un animal administrativo y terrestre.

Fuente

Elena Soto: El guardián del espacio exterior