Una escena de 'De Palma a Soller'
Salvo menciones concretas, nadie recuerda en Mallorca la historia de nuestro primer cineasta. Antes que Rafa Cortés, Toni Aloy o Agustí Villaronga hubo un palmesano que se convirtió en un auténtico ilusionista de la imagen. Un hombre que transformó su frustración como exhibidor en la musa de sus propias películas.
«Para retratos buenos y baratos, vaya a Truyol que los hace artísticos y con la cara alegre». Así anunciaba Josep Truyol su estudio de la calle Conquistador. Barcelona le acercó profesionalmente a la fotografía con su imparable curiosidad por las innovaciones técnicas. En su local creado hacia 1887 se convirtió en uno de los fotógrafos más conocidos de Palma y en el retratista de los acontecimientos históricos y sociales que se produjeron en la Isla.
Su interés por los avances técnicos le llevó junto al apotecario solleric Jaume Torrents a la Exposición Internacional de París en 1900. Allí descubrió el cine y decidió abrir un cinematógrafo a su regreso a la Isla. "El paso de la fotografía al cine era muy sencillo porque los lazos son muy fuertes. En Mallorca ya había habido proyecciones pero las que Truyol vio en París debieron de ser mucho más espectaculares", explica la licenciada en Historia del Arte y profesora asociada de la UIB, Catalina Aguiló.
Tres años más tarde, el mallorquín materializó su ilusión en el Cinematógrafo Truyol en S'Hort del Rei. "En 1899 ya había existido un pabellón de madera donde se proyectaban películas. Sin embargo el de Truyol fue el primer local dedicado exclusivamente al cine: ni ambulante ni con proyecciones ocasionales como los únicos que había hasta entonces", afirma Aguiló.
En el local cabían entre 500 y 600 personas con localidades que se dividían entre las de preferencia, a 15 céntimos, y las de público a 5. La programación se concretó en dos proyecciones diarias: la del vermut a las cuatro de la tarde y otra a las seis.
Sus propias fotografías eran lo primero que se proyectaba como vistas fijas. En la segunda parte llegaban las películas de las casas Pathé y Gaumont y luego los films americanos. "Aquellas primeras cintas se tenían que adquirir en propiedad porque aún no existía el sistema de alquiler. Eso hizo que muchos locales proyectaran siempre las mismas películas. Sin embargo Truyol se preocupó mucho por la renovación del repertorio", detalla la profesora. Los juegos de agua del Palacio de Versalles y las ferias y fiestas de Palma protagonizaron algunas proyecciones.
Josep Truyol buscaba siempre el mayor realismo y por eso acompañaba las películas con los efectos sonoros de una gramola. Conocida y polémica fue la proyección de un film científico, una cirugía, a la que invitó a la clase médica de la ciudad. El público no profesional abandonó la sala impresionado.
El comienzo de las sesiones continuas de cine en el vecino Teatro Lírico y el precio inferior de las localidades provocó la ruina y el cierre del Cinematógrafo Truyol en 1910.
El golpe que le supuso aquella clausura fue el inicio de la carrera cinematográfica de Truyol. Con su cámara y su gigantesco trípode recorrió toda la Isla para captar escenarios naturales y acontecimientos sociales en los que ya utilizaba el trucaje. "Jugaba con la doble exposición, multiplicaba la imagen y hacía que la película avanzara atrás y adelante. Eran trucos que heredó de la fotografía", explica Aguiló.
"Un familiar que había emigrado a Sudamérica le ilusionó con la idea de que sus películas pudieran exhibirse en Madrid y también en el extranjero. A la hora de la verdad no fue así", relata la profesora. Esta frustración se sumó a los problemas económicos que arrastraba desde el cinematógrafo. Truyol acabó por quemar todas las películas que había realizado, causa de que hoy quede tan poco de su producción. La única conservada y fechada es De Palma al puerto de Sóller (1913) donde filmó la llegada del tranvía al pueblo antes de su inauguración oficial. Para la simultaneidad de imágenes, por ejemplo, se tapaba la mitad del objetivo, se filmaba, luego se tapaba la otra mitad y se volvía a filmar.
Decepción tras decepción, Truyol pasó por todos los campos de la industria cinematográfica: productor, operador, empresario, director... Sus últimas cintas datan de 1919 mientras que su trabajo como fotógrafo continuó hasta finales de los 40. Se consumió entre el retrato de escenas familiares y sin ver su nombre escrito con neones.
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Elena Soto: Llega la era de la automatización